Sanguinetti y “las nuevas generaciones”

Seguridad Social

En su habitual Columna donde analiza temas de la realidad del país, el ex Presidente Julio María Sanguinetti analizó la situación de la Seguridad Social.

“El gobierno ha resuelto encarar la imprescindible reforma de la seguridad social. Está claro que las principales figuras políticas del país así lo entienden, desde Astori y Mujica hasta quienes revistamos en la Coalición Republicana. En el período pasado, especialmente Astori como Ministro, una y otra vez, voceros frentistas señalaban la necesidad de reestabilizar el sistema.

Al abrirse este gobierno, se creó por ley una comisión más amplia que nunca en la historia que recogió aportes, los estudió durante un año y, finalmente, llegó a un diagnóstico, desgraciadamente no unánime.

En lo personal, el tema me produce una cierta nostalgia, porque en 1995 hocinos una gran reforma y en 2008, cuando venía dando los resultados esperados, la tergiversaron con medidas demagógicas que irrumpieron con 60 mil jubilados de un envión y criterios administrativos que volvieron a facilitar el fraude de las jubilaciones inventadas. En aquel lejano 1995, el peso de la seguridad social había alcanzado casi el 15% del PBI, en 2008 estaba en algo más del 8% y ahora en un 10% aproximadamente, que se mantendrá si nos abocamos a la adaptación del sistema a la realidad.

Para empezar, señalemos dos aspectos fundamentales: el primero es que esta reforma no toca para nada, ni directa ni indirectamente, a ningún jubilado; el segundo es que el gobierno no está buscando ningún alivio para sus finanzas, porque la reforma empezará a regir dentro de cinco años y culminará sus propuestas en el 2035. A este gobierno ni le va ni le viene fiscalmente, al gobierno próximo poco, pero está claro que si en estos años no se hace nada, se irá armando una bomba modelo argentino. Cuanto antes se hagan los cambios, mejor será para el futuro. Todo este planteo es un compromiso con las generaciones que vienen detrás nuestro. Por encima de cualquier otra consideración , es un desafío a la ética del sistema político.

En nuestro país se paga caro la virtud de nuestro Estado: como se piensa que siempre se cumplirá con sueldos y jubilaciones, nunca se termina de entender en toda su magnitud algunos temas como este. El hecho es que finanzas desniveladas, nos llevarán a situaciones límites como las que hoy viven los profesionales y los bancarios, cuyas cajas están en crisis y hay que tomar medidas de real emergencia, con sacrificios serios. La desestabilización produciría un impacto directo sobre la inflación y la inversión, lo que —repetimos— es lo que vemos diariamente en la televisión de la vecina orilla. Allí las jubilaciones se pagan, pero la inflación las devora, y además , como nadie invierte, la riqueza en gas no se explota y se tiene que, absurdamente, importarlo de Bolivia o Chile.

La irracionalidad cuesta dinero. Los profesionales, que se hoy se dan de cabeza contra este muro, pagan tributo a la irresponsabilidad de quienes “generosamente” ampliaron al máximo las posibilidades de la institución hasta rebasarlas y liquidaron más de cinco años de reservas. En dos más, cierran.

A nuestro país, además, la demografía lo va apretando. Por un lado, la natalidad es baja, al punto que el año pasado hubo más fallecimientos que nacimientos. Por eso hay menos alumnos entrando a la escuelas y habrá en consecuencia, en el mediano plazo, menos aportantes a la seguridad social. En la otra dimensión, vivimos más años, los vivimos mejor y —salvo las excepciones a contemplar— hoy el trabajo es menos exigente físicamente. El hecho es que en 1973, cuando el golpe de Estado, la esperanza de vida al nacer (al momento del retiro es bastante mayor) de un uruguayo eran 68,6 años; en 1985, cuando retornó la democracia, ya eran 72,1% y hoy está en 78%, 74 los hombres y 81,7 el sexo fuerte. Esto es magnífico, revela mejores condiciones de vida. Pero naturalmente alarga los años de pago de pasividades y el gasto en Fonasa y Sistema de Cuidados.

Con todo, se está en condiciones, todavía, de tomar medidas sin un excesivo rigorismo. Por ejemplo, en materia de edades, la suba se hace con una escala más que razonable, muy tranquilizadora para quienes están cerca del retiro. Los nacidos después de 1967, o sea menores de 55 años, agregarán un año a su expectativa de jubilación recién en 2027. Y así sucesivamente hasta los nacidos después de 1971, que recién llegarán a la exigencia de 65 años en el 2035.

Este es el único camino sano para preservar el sistema. Hay que tener claro, además, que el régimen de seguridad social tiene un enorme déficit. Se estima aproximadamente en 1.000 millones de dólares. Pero en realidad es mucho mayor, porque no podemos olvidar que 7 puntos del IVA están destinados al sistema y que el Estado, por ejemplo, como empleador, tiene un aporte de 19,5%., que es mayor al general y a la experiencia internacional. Si descontamos todos esas contribuciones excepcionales, que vienen de afuera, el real déficit es de 2.400 millones de dólares.

La idea, hacia el futuro, no es reducir las prestaciones. Es generar más equidad, remunerando mejor a los de abajo y logrando que el conjunto preserve su nivel. Un sistema desestabilizado es malo para todos, incluso para los jubilados, que miran desde el costado con tranquilidad, pero que no pueden ser indiferentes a la situación del Banco que les paga su pasividad.

Nuestro Presidente llevó el anteproyecto al examen de todos los partidos, del gobierno y de la oposición. Estamos todos trabajando para entenderlo bien, asimilarlo, sabiendo que se encuadra en el diagnóstico oportunamente fijado. Ya hay voces del PIT CNT que se manifiestan en contra bajo la bandera sin sustento de que las edades no se tocan. Algunos hasta retoman el cuestionamiento a las AFAP, como si en 15 años no hubieran tenido tiempo paras reformarlas. Por instinto no soy muy optimista sobre su actitud, pero sería realmente notable que el país pudiera mostrar este entendimiento, revalorizar su crédito internacional y de cara a nuestra sociedad mostrar el rostro de un sistema político responsable. Le haría bien al oficialismo y a la oposición. Nadie sacaría ventaja y, en todo caso, se levantaría una hipoteca para ese próximo gobierno al que todos queremos ingresar.”


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