Por Pauline Turuban – Swissinfo.ch
Suiza —igual que la mayoría de las economías desarrolladas— se enfrenta a una escasez histórica de personal en algunos sectores clave. El envejecimiento de la población y los cambios en el modo de vida están transformando profundamente el mercado laboral. Y esto solo es el comienzo.
A finales de 2022 en Suiza había más de 120 000 ofertas de trabajo sin cubrir. Una cifra que no se registraba desde 2003, año con las cifras más antiguas proporcionadas por la Oficina Federal de Estadística (OFS, por sus siglas en francés). Hay muchas vacantes en sectores tan variados como la industria manufacturera, la sanidad, el comercio, la hostelería, la construcción o la informática.
Cuesta especialmente contratar ciertas competencias clave que cada año figuran en un índice elaborado por Adecco. La necesidad de personal se ve agravada por el hecho de que el paro está en el nivel más bajo de los últimos 20 años. La tasa de desempleo en 2022 fue del 2,2 %, o lo que es lo mismo, la situación es de pleno empleo, tal y como recoge la Secretaría de Estado de Economía (SECO).
Este fenómeno no se limita solo a Suiza. Ya que a nivel mundial también se observa una escasez de mano de obra sin precedentes. Y es que tres de cada cuatro empresas —de todos los sectores de actividad— reconocen tener dificultades para cubrir los puestos vacantes, según la encuesta de ManpowerGroup de 2022 sobre el déficit de talento.
Con una proporción del 74 %, Suiza se sitúa en la media mundial, según este estudio realizado por el gigante del trabajo temporal. La situación es especialmente delicada en Taiwán, Portugal, Singapur, China e India.
Las tasas medias de desempleo de la OCDE y de la zona euro —aunque ocultan grandes diferencias entre países— también se sitúan en niveles históricamente bajos. En resumen, hace tiempo que la economía mundial no estaba tan necesitada de mano de obra.
Llenar el vacío dejado por la generación del baby boom
La fuerte recuperación económica tras la pandemia de COVID-19 ha impulsado la necesidad de habilidades en las empresas para satisfacer la creciente demanda. La escasez actual de personal, sin embargo, también se debe a factores más estructurales.
El principal reto —común a la mayoría de los países desarrollados— es el envejecimiento demográfico, afirma Philippe Wanner, profesor del Instituto de Demografía y Socioeconomía de la Universidad de Ginebra. La tasa de fecundidad lleva mucho tiempo muy por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer), incluso en China donde —por primera vez en 60 años— en 2022 ha descendido la población.
Asimismo, ya han comenzado a jubilarse quienes nacieron en el baby boom (fruto del auge de la natalidad entre 1945 y principios de los 60). El punto álgido se espera para 2030; entonces habrá un vacío difícil de llenar. El problema es especialmente grave en determinadas profesiones, como la medicina general. En Suiza, el relevo de trabajadores jóvenes ya no es suficiente para compensar las jubilaciones, y la diferencia aumentará hasta el final de la década.
Sería iluso creer que se puede solucionar actuando sobre la natalidad. “En las sociedades capitalistas, las familias numerosas son difíciles de conciliar con la actividad profesional de ambos progenitores”, dice Philippe Wanner. Solo pueden tener un efecto incentivador las políticas familiares generosas, como las aplicadas por los países nórdicos. Pero —en cualquier caso— no a corto plazo, explica este catedrático de Demografía.
Wanner identifica dos vías principales para superar la escasez de mano de obra. La primera, integrar mejor a determinados grupos de población subempleados en el mercado laboral. En Suiza, podría tratarse de mujeres —sobre todo las menos cualificadas, muchas de las cuales no tienen ningún interés económico en dejar a sus hijos en guarderías— y de personas solicitantes de asilo.
La segunda, recurrir a la inmigración. Con la introducción de la libre circulación de personas, desde 2002, Suiza avanza en esta dirección. La población del país ha crecido un 20 % en veinte años y este año alcanzará los 9 millones de habitantes. Un crecimiento demográfico meteórico que no tiene parangón en Europa y que es atribuible —en gran medida— a los altos niveles de inmigración: alrededor del 30 % de quienes viven en Suiza no han nacido aquí.
¿Puede mantenerse esta tendencia? El hecho de que nunca haya habido tantas ofertas de empleo sin cubrir sugiere que la afluencia de mano de obra extranjera responde a necesidades económicas reales. Pero la cuestión migratoria —como afecta a las infraestructuras, la vivienda y la cohesión social, sobre todo— es altamente política y podría convertirse en uno de los temas clave del año electoral 2023.
La necesidad de mano de obra cualificada del extranjero también significa que las economías deben seguir siendo atractivas. Suiza lo ha sido hasta ahora gracias a unos salarios elevados y a unas condiciones de vida y de trabajo ventajosas. Pero el contexto de escasez mundial debería intensificar la competencia entre países y podría volver a romper la baraja.
Los países buscan perfiles cada vez más especializados, apunta Philippe Wanner, y “no es seguro que a largo plazo pueda mantener su atractivo para esta ‘élite’ profesional”.
Para el demógrafo, “ya hemos entrado en una especie de marketing demográfico” para atraer mano de obra. La joven diáspora portuguesa, por ejemplo, regresa en masa al país gracias a las mejores condiciones económicas y a una política de incentivos a la “repatriación” aplicada por Lisboa desde 2019.
Adecuar las competencias a las necesidades
Los retos a los que se enfrentan las economías mundiales no son solo cuantitativos, sino también cualitativos. La inversión de la pirámide de edad se produce “en un periodo de impresionantes transformaciones del mercado laboral”, señala Philippe Wanner. La terciarización y la especialización se intensifican, provocando la desaparición de ciertas actividades, sobre todo industriales, y el rápido desarrollo de otras, en tecnología, por ejemplo”, declara el especialista.
“Estos cambios serán, sin duda, más impresionantes todavía en el futuro, con el desarrollo de la robótica y la inteligencia artificial”. Philippe Wanner, sin embargo, tiene poca fe en la capacidad de estas nuevas tecnologías para sustituir a las personas. “El factor humano es y seguirá siendo importante. Aún no hemos inventado robots capaces de construir carreteras”, dice.
En los últimos 20 años, para cubrir puestos de trabajo poco cualificados que la población suiza no quería, el país ha dependido en gran medida de la mano de obra europea, afirma Philippe Wanner. Pero a medida que en Europa el nivel educativo aumenta paulatinamente, cada vez será más necesario buscar esas habilidades poco cualificadas fuera de la Unión Europea, predice el demógrafo. No obstante, en Suiza la inmigración procedente de fuera de la UE solo es posible —según criterios estrictos— si es altamente cualificada. “Esto podría ser un problema en el futuro”, confirma el especialista.
Queda por ver cómo abordará esta espinosa cuestión el mundo político en los próximos años y si se introducirán o no flexibilizaciones.
Sabemos que ciertos cambios en el mercado laboral estarán directamente influidos por la evolución demográfica, subraya Philippe Wanner. El aumento de la población y la disminución del tamaño de los hogares, por ejemplo, exigirán la construcción de más viviendas e impulsarán el sector de la construcción; el envejecimiento de la población y el hecho de que haya más mujeres trabajando aumentarán la necesidad de mano de obra en servicios a las personas, etc.
Pero es muy difícil planificar con precisión las necesidades futuras. Sobre todo, porque algunas ocupaciones ni siquiera existen hoy en día. “Habría que saber cuáles serán las necesidades de la economía dentro de diez años para poder empezar a orientar la formación en consecuencia”, señala el demógrafo.-