El estornudo de Dios

De nuestra redacción

Cuando nos hablaban del cambio climático, hace más de 20 años, pensamos que era una realidad alternativa que no llegaríamos a ver ni a vivir.

Este pasado verano nos dijo que no, que estábamos equivocados. Y a veces, cuando nos detenemos por un momento, cuando nos bajamos de las redes, cuando metemos freno de mano; nos damos cuenta que la tierra, cada tanto, parece sacudirse. Y aquí vale aclarar algo: es mucho más que literal.

El planeta se mueve como si fuera un perro que, luego de entrar al río, sale presuroso a sacudirse: desde la cabeza hasta la cola, en un bamboleo frenético que desprende lo que tiene encima.

Venimos viviendo, andamos como extraviados en cuestiones tan etéreas como frugales. De pronto: terremotos, tsunamis, vientos, mareas, sequías, plagas, endemias y hasta pandemias…la tierra de pronto se sacude, se bambolea; como un escalofrío por la espalda que la reacomoda.

Si se me permite seguir estas imágenes, Dios también anda por ahí…pero no se bambolea: de pronto se le arruga la nariz, mira el sol y estornuda…y como si fuera un caos que revienta el “Efecto Mariposa”, nos revuelca por la realidad.

Y nos encontramos cara a cara con el dolor, la ausencia, las tragedias inexplicables, los dolores más profundos y que ni siquiera tienen nombre.

Cuando Dios estornuda el hombre se pregunta “¿por qué?” Pero estamos en silencio, casi mudos, casi huérfanos, buscando los milagros.

Dios estornuda… y nos muestra todo lo mortal que somos y cuánto vale un instante.-

Anailen Nassif Gopar – CEO UR30


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