Columna de Opinión
Por Julio María Sanguinetti – Sec. Gral. Partido Colorado
El lunes pasado, en atención a una amable solicitud del Partido Independiente, su autoridad se reunió con el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado. Coincidieron en encaminar sus esfuerzos para la proyección hacia el futuro de la actual Coalición Republicana, como el único instrumento de cambio que el país hoy posee para encarar los desafíos de un cambio civilizatorio de enorme calado.
Está claro que nuestra demografía electoral muestra las dos coaliciones con parecido porte. En la última elección, los partidos que hoy están el gobierno obtuvieron 56 % en la primera vuelta y 50,79 % en la segunda. Su ventaja fue de 1,58 %. Un año después, en el referéndum sobre la LUC, se volvió a registrar una mayoría análoga, 1, 3 %.
Transcurriendo ya el tercer año de gobierno, todo indica que el gobierno mantiene su apoyo ciudadano, pese a las adversidades que tuvo, y tiene que enfrentar: pandemia, guerra europea con inflación universal, sequía regional sin precedentes en los últimos 100 años, descalabro de la moneda argentina con la consiguiente invasión de uruguayos abasteciéndose del otro lado del río…
Frente a todas esas adversidades, el gobierno ha respondido con un manejo efectivo de los recursos del Estado. La economía está equilibrada, con un déficit fiscal manejable y una inflación del orden del 7 %, el empleo se ha recuperado y el salario va en ese camino, en un mundo tan difícil como que Europa muestra este año un rezago del 2 % en los ingresos de los trabajadores. Desde afuera nos ven como una isla de estabilidad, que ha logrado preservarse del contagio de la inflación argentina y de la inestabilidad política y social de la región.
Está siempre presente el tema de la seguridad. Sigue mostrando que la carrera ascendente de los delitos, ocurrida año a año en los 15 del gobierno del Frente Amplio, se ha detenido. De 30 mil rapiñas hemos bajado a 23 mil, muchas sin duda, pero menos. Los homicidios mantienen su número: la mitad obedecen a la lucha con un narcotráfico al que se le golpea casi diariamente con incautaciones de droga.
Como siempre en la vida de los Estados, episodios de irregularidad administrativa se han dado. Algunos delictivos, muy pocos, otros muy resonantes, pero lejos de esa caída dolosa. En todos los casos, la reacción ha sido transparente, clara y atenida al derecho. Nadie de buena fe puede sostener que el gobierno esté afectado de ese flagelo de corrupción que enferma nuestra América Latina.
El gobierno, además, mira hacia el futuro y el enfoque de la seguridad social y la transformación educativa son las expresiones de que se ha ido más allá de la coyuntura.
La cuestión nacional, el dilema fundamental, es si se seguirá en ese camino de transformación o se detendrá todo. La alternativa es seguir adelante o poner el freno, cambio o estancamiento.
El último gobierno frentista mostró claros signos de agotamiento. Ya no había ideas, ni comprensión del pasaje de la civilización industrial a la digital, que genera tantos desasosiegos. En este tiempo de opositor reitera y profundiza ese vacío y evidencia que su real conducción se ha desplazado hacia el PIT-CNT, con su anacrónica visión clasista. El 1º de mayo lo siguen celebrando invitando a un sindicalista cubano, expresión máxima de la esclerosis ideológica y de la imposibilidad de preservar la libertad con una economía colectivista.
¿Qué ofrece en materia de educación? Nada, el quietismo que nos llevó a esta crisis.
¿Qué ofrece para el desarrollo económico y social del país? Hablan de una amplia seguridad social que no definen y que, por lo que se trasluce de sus palabras, sería otra carga impositiva, condenatoria de las perspectivas de empleo, al desalentar la inversión.
Su único programa es paralizar, denunciar, oponerse a todo cambio. Frente a un gobierno que en medio de las adversidades mantiene el país funcionando y apuntando hacia un futuro que se nos vino arriba (y hoy es acuciante presente), su alternativa es la inmovilidad burocrática. De un Estado inmóvil y de una burocracia sindical que no asume el tiempo histórico.
El dilema es que, como siempre, hay que «saber ganar» y el hilo es muy fino, los márgenes exiguos. Allí aparece, entonces, el tema de los gobiernos departamentales. Se ha planteado, ahora en reiteración, la necesidad de que la coalición vote en todo el país con un lema común. Es el único modo de que colorados, cabildantes e independientes sientan que hay una oportunidad electoral cierta, que estimule el movimiento y, pensando en mayo, se evidencie ya en octubre. Dicho de otro modo: si nadie tiene posibilidades de conquistar una Intendencia, un Municipio o una cierta bancada de ediles, difícilmente logre el entusiasmo necesario para extremarse en la elección de octubre. No se nos oculta que cada departamento tiene una realidad política distinta, pero si donde predomina la mayoría nacionalista no hay amplitud para estimular a los demás socios, todo se hará muy difícil. Es un tema de ingeniería electoral, decisivo, sin embargo, para alcanzar el gran objetivo: que el país siga adelante con los cambios y los conservadores paladines del inmovilismo, encabezados por el dominante PIT-CNT, no nos alejen del ritmo de un mundo en acelerada transformación.